David Escobar Galindo
LAS LLAVES DEL SUBSUELO
Vivimos en la violencia verde, disfrazada, como tranquilos visitantes de un pueblo sujeto en el primer hervor del desafío; dignatarios sin plumas se pierden en las páginas; encomenderos, comerciantes, jueces, plenamente juiciosos, nos ahogan el juicio; por las veredas del país, las sombras son verdes y encendidas también, huelen a piedra, como nosotros, seres de ciudad, clandestinos merodeadores del presentimiento, porque con cada día que pasa, cada día, se agrega un rayo más al ambiente colmado, y hasta los chupamieles arden como pañuelos ofendidos. Nuestra profundidad es solitaria: cada quien con su duda y con su nombre buscando —a cualquier hora— algún predio baldío, y arriba el cielo intensamente impúdico, azul y negro y rojo, como si los papeles estuvieran cambiados, y la tormenta fuera tierra firme, la pradera del sol tan trillado y rendido. ¿Cómo se expresará toda esta fuerza acumulada y acumulándose hasta a través del estremecimiento de la pluma y del pulso con que escribo? Vamos hacia otra herencia, con el ruido social de símbolo, derrumbe y sal intacta: en esta contenida marea de penurias y de lujos vivimos.
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