Ramón López Velarde
LA LÁGRIMA...
Enigma de la azucena esquinada que orna la cadavérica almohada;
encima del soltero dolor empedernido de yacer como imberbe congregante mientras los gatos erizan el ruido y forjan una patria espeluznante;
encima del apetito nunca satisfecho de la cal que demacró las conciencias livianas, y del desencanto profesional con que saltan del lecho las cortesanas;
encima de la ingenuidad casamentera y del descalabro que nada espera;
encima de la huesa y del nido, la lágrima salobre que he bebido.
Lágrima de infinito que eternizaste el amoroso rito; lágrima en cuyos mares goza mi áncora su náufrago baño y esquilmo los vellones singulares de un compungido rebaño; lágrima en cuya gloria se refracta el iris fiel de mi pasión exacta; lágrima en que navegan sin pendones los mástiles de las consternaciones; lágrima con que quiso mi gratitud, salar el Paraíso; lágrima mía, en ti me encerraría, debajo de un deleite sepulcral, como un vigía en su salobre y mórbido fanal.
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