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Ramón López Velarde
LA NIÑA DEL RETRATO
Delinquiría de leso corazón si no anegara con mi idolatría, en lacrimosa ablución, la imagen de la párvula sombría.
Retrato para quien mi llanto mana a la una de la mañana, reflejando en su sal, que va sin brida, la minúscula frente desmedida...
Cejas, andamio del alcázar del rostro , en las que ondula mi tragedia mimosa, sin la bula para un posible epitalamio...
La niña del retrato se puso seria, y se veló su frente, y endureció los dos ojos profundos, como una migajita de otros mundos que caída en brumoso interinato, toda la angustia sublunar presiente.
Fiereza desvalida, hecha a mirar el mar...
Boca en bisel, como un espejo afable que no hable...
Medias de almo color; para que vaya por la cernida arena de la playa...
Las deleznables manos, que cavan pozos enanos, son carceleras de los océanos...
Linda congoja de la frente linda, la que inerme y tiránica se brinda por modelo de copa y de coyunda y de lira rotunda...
Retrato de iniciales sinfonías: tus cinco años son cinco bujías a cuya luz el alma llora; por eso a ti me abro como a la honestidad versicolora de un diminutivo candelabro.
Los invisibles hombros, cual quimera en que un genio marítimo retoza, no columbran siquiera la adoración venidera que los ha de rozar, como se roza el codo de una estricta compañera.
Párvula del retrato; seriedad prematura; linda congoja de un juego nonato que enfrente del fotógrafo se apura; pelo de enigma, como los edenes enigmáticos desde donde vienes; víspera bella que cantas en la Octava de mi más negra hora: hoy hice un alto por mojar tus plantas con sangre de mis ojos, y miré que salías del óvalo de bruma, como punto final que se incorpora y como duende de relojería, a dar en los relojes de mi fe la campanada de la dicha suma.
Niña, venusto manual: yo te leía al borde de una estrella, leyéndote mortífera y vital; y absorto en el primor de la lectura pisé el vacío... Y voy en la centella de una nihilista locura.
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