Como tantos otros que transitan tiene la pena humilde y en las sienes un tanto así de la amargura ajena, el casto trébol, perdidamente la aureola del tabaco, las pocas letras con qué acuñar mi nombre. Cedro en sus brazos me carga el horizonte. Tiene montes perdidos en los brazos. Un puñado de mar que lo ha nutrido le puso a andar de golpe un barco lleno. El corazón así encumbró su vuelo. Un puñado de mar. Me dio la sed para cegar mi hastío y los decenios de la pasión; caracolillos rezumantes me abordan los tobillos. Tiene el trigo la clara esencia. Se parte en partes equiláteras, perfectas y se ofrece. Es el aniversario del júbilo. Me tiembla en cada médula, me asalta poniendo un niño azul tras sus dos ojos. Trajo del oso el gesto, el entrecejo. Es generoso y rojo. Tiñe el día de melancolía a veces. De cuajo en cuarzo estalla y tiñe el día. Como ninguno entre tantos que transitan un aire herrado en oro, un brote alado, el polen de la vida en sus corolas puso a mi piel. Como ninguno entre tantos que transitan.