|
Carlos Pezoa Véliz
Teodorinda.. Tiene quince años ya Teodorinda, la hija de Lucas el capataz; el señorito la halla muy linda; tez de durazno, boca de guinda... ¡Deja que crezca dos años más!
Carne, frescura, diablura, risa; tiene quince años no más... ¡olé! y anda la moza siempre de prisa cual si a la brava pierna maciza mil cosquilleos hiciera el pie...
Cuando a la aldea de la montaña con otras mozas va en procesión, su erguido porte, fascina, daña... y más de un mozo de sangre huraña brinda por ella vaca y lechón.
¡Si espanta el brío, la airosa facha de la muchacha!... ¡Qué floración! ¡Carne bravía, pierna como hacha, anca de bestia, brava muchacha para las hambres de su patrón!
Antes que el alba su luz encienda sale del rancho, toma el morral y a paso alegre cruza la hacienda por los pingajos de la merienda o la merienda de un animal.
Linda muchacha, crece de prisa... ¡Cuídala, viejo, como a una flor! Esa muchacha llena de risa es un bocado que el tiempo guisa para las hambres de su señor. Todos los peones están cautivos de sus contornos, pues que es verdad que en sus contornos medio agresivos tocan clarines extralascivos sus tres gallardos lustros de edad.
Sangre fecunda, muslo potente, seno tan fresco como una col; como la tierra, joven, ardiente; como ella brava y omnipotente bajo la inmensa gloria del sol.
Cuando es la tarde, sus pasos echa por los trigales llenos de luz; luego las faldas brusca repecha... El amo cerca del trigo acecha y le echa un beso por el testuz...
|
|
|