José Watanabe
De la poesía
El niño entró en la sombra de su árbol de extramuros donde dejaba diariamente sus quehaceres de intestino. Y si otro niño en árbol vecino se acuclillaba y se aliviaba brotaba entre ambos la honrosa complicidad en la depuración del buen animal.
Esta vez, sin embargo, una visión suspende al niño, lo fija con estupor bajo su árbol: En medio de una anterior limpieza crecía Y lo estremeció la imaginación del viaje de la pequeña menestra a lo largo de su cuerpo, su recorrido indemne, incontaminado y defendiendo en su íntimo y delicado centro el embrión vivo. Y en la memoria del niño, con difícil contento, comenzó a elevarse para siempre la planta mínima, tu principio, tu verde banderita, poesía.
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