Matilde Alba Swann
Esta lluvia, el perdón, y mis rosales
Y la lluvia sonríe, canta dentro del cristal que me habita y repercute sobre un suelo ya antiguo en otras lluvias, y otras tardes miradas desde lejos. Mi ventana de ver el mundo, abierta, y mi puerta a algún náufrago, descubro que no hay puertas, que nunca hubo ninguna para abrir, ni cerrar; que estuve afuera. Y esta lluvia... La tarde me habla quedo como un hombre, cansado ya de días, que repite y repite la aventura no vivida, y es su única aventura. Que no sea la noche aún, imploro; que esta penumbra se prolongue y siga. Que no llegue la sombra, que no arribe la hora parda, y el agua me columpia; recién nazco, es temprano, necesito de la gracia de un pétalo de tiempo, del milagro de dar mi voz exacta. Un rocío ya apenas, esta lluvia se ha quedado fulgiendo en las corolas amarillas y rojas de mi patio. En cada gota –yo te absuelvo– escucho, de la espina y la herida que causaste. Esta lluvia, el perdón, y mis rosales. Emplumada de gris, vuela la tarde.
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