Anoche me imaginé a tu lado en tu habitación, estas fueron mis cartas y ahora te las regalo a ti mi mariposita hermosa. La habitación estaba iluminada sólo por la Luna. Duermes y estoy a tu lado. Acaricio tu pelo, mientras poso mis labios sobre los tuyos y recorro con mis dedos las facciones de tu rostro, aún tú... Duermes. ¿Qué sueñas? Quisiera saberlo, pero te miro dormir y pareciera que por la expresión de tu rostro lo adivinara. Tus ojos, aún cerrados, parecen abrir la puerta a la fantasía, a un mundo de sueños en donde te apoderas de todo. Tú sueñas con amor, pues tus labios se sonríen levemente y tu sonrisa enciende tu faz. Sueñas y yo... Acaricio tu pelo.
Mis labios poseídos por el deseo incontenible de besarte, se posan suavemente en tus labios para que no despiertes. Sin embargo, abres los ojos, parecen dos luceros que brillan en la inmensa noche. Tu mirada sensual penetra hondamente en los míos. Me estremezco y tú lo percibes. Me besas tímidamente y me estrechas fuertemente como para encadenarme a tu cuerpo y tener la seguridad de que no escaparé de tus brazos. Yo recorro con mis manos cada rincón de tu cuerpo y tú te limitas acariciar mi barba y mi pelo. Tomas mis manos entre la tuyas y las guías por todo tu ser, navegan nuestras manos por todo tu ser. Mis labios abrazadores besan tu rostro, inquieto y apacible simultáneamente, cubriendo con un beso cada una de tus facciones. Miro tus ojos que queman mi corazón y tus labios tan sensuales son sorprendidos por un beso profundo de los míos.
Continúo por tu cuello; besándolo, mordiéndolo, una y otra vez, te siento excitada y eso me estremece. Con mi cara acaricio lentamente tus pechos; los beso avanzando, casi imperceptiblemente, hasta tu ombligo, me detengo pudoroso; pero, a pesar de ello, introduzco uno de mis dedos en él, palpándolo muy despacio. Escalan mis manos por tus pechos y se posan sobre tus hombros frágiles, bajan, pausadamente, por tus brazos para encontrar tus dedos y entrelazarlos con los míos. Cierras los ojos y... Me besas. Mis dedos caminan por tu cuerpo, una zona enteramente desconocida e infinita, pero vuelo repentinamente a tu rostro, con mis dedos recorro todas las facciones de tu rostro, pero mis dedos... Tiemblan al tocarte.
Acaricio cada uno de tus párpados y las pestañas que protegen tus hermosos ojos. Avanzo por tu nariz que conduce al mar de tu boca. Tu nariz es el puente entre mis dedos y tu dulce sabor. Beso sólo tus labios, despacio, muy despacio, miro tus ojos cándidos y mis manos aún temblorosas acarician... Tu pelo. Me recuesto sobre tus pechos desnudos y siento el calor de tu cuerpo; puedo percibir el acelerado latir que marca el ritmo de tu corazón. Besos suaves van palpando tus pechos, ansioso de tenerte y con mis manos voy señalando el camino que he de seguir con mis labios. Mis piernas rozan las tuyas con cierta timidez. Ascienden y descienden acariciándote. Se sienten cálidas y envolventes, abrasadoras. Tomas mis manos y las llevas por los senderos de tus muslos hasta tus intimidades y allí...
Me detengo a beber tu sensualidad… Acaricias lentamente mis piernas. Tus manos delicadas, suaves, cálidas, apasionadas, me estremecen hasta el punto de la desesperación. Mis labios ardientes besan poco a poco tus piernas hasta llegar a tu vientre. Te acaricio con mis labios. Me desespero y eso te fascina. Tomo tus senos frágilmente con mis dedos, los beso, los presiono contra mi pecho. Tú besas con una pasión incontenible. Tus manos cabalgan por tus colinas aún no perturbadas, acaricio tu espalda entre las sábanas... Te excitas aún más. Mis dedos se entrelazan con tu pelo y éste se revuelve por el movimiento sensual de nuestros cuerpos. Ha llegado el momento de entregarnos completamente, el instante en que eres mía y seré tuyo, en cuerpo y alma, seré tuyo.
Nos poseemos y unimos nuestros cuerpos fundiendo nuestros corazones a un mismo compás, se aceleran. Cierro los ojos... Muerdo tus hombros... Te abrazo con fuerza. El placer que emana de ti se confunde con el mío en una explosión que penetra violentamente por el sendero del placer infinito... En el ocaso de la noche, nos entregamos el alma, el cuerpo, el ser. Nuestros cuerpos siguen desnudos y tibios sobre la cama revuelta y húmeda. Estás a mi lado. Se apaciguan los latidos de tu corazón y del mío, estamos tendidos sobre las sábanas que se enfrían lentamente mientras transcurre la noche llevándose a luz de la Luna que ha sido cómplice. Te observo dormir, está vez desnuda junto a mí, exhausta, apacible.
En tu rostro, se refleja la serenidad de tu alma. Tu cuerpo me parece más hermoso después de tenerte. Te siento tan mía, tan vulnerable a mis besos y caricias; sin embargo, sólo quiero... Acariciar tu pelo.
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