Otto Rene Castillo
Retorno al dolor de todos
He vuelto después de cinco años. Y sola estaba la calle para mí. Este viejo viento que conozco desde niño, caracoleó un poco en mis cabellos y se quedó ahí de pie, y alegre tal vez por mi regreso.
De los amigos, ninguno estaba para verse.
Casi todos siguen lo mismo, me dijeron vagamente, pero su piel se ha vuelto grave ya.
Casi todos también laborando en la sombra, dejando con su vejez una dura y amarga constancia de su lucha.
Algunos, sin embargo, se han cansado ya y le dieron las espaldas al pueblo y a su frente. Para poder comer y dormir mejor se despojaron de sí, se convirtieron tristemente en el gusano que odiaban y ahora reptan, hondo, en la inmundicia, donde se hartan junto a las bestias.
A pesar de todo, han sido muy pocos los traidores, los que un día temblarán ante la furia múltiple del pueblo y pedirán perdón y serán dura, cierta, justamente castigados, porque ellos siempre supieron lo que estaban haciendo. He vuelto después de cinco años. Y nadie pudo acudir a saludarme. Ni aún aquellos para quienes he vivido luchando, gritando: '¡Vosotros sois grandes, poderosos, y unidos podéis hacer más llevadera la vida. Subleváos!'
Ni aún ellos me recuerdan.
Mis compatriotas siguen y siguen sufriendo diariamente. Tal vez ahora un poco más que siempre.
He vuelto, digo. Y estoy aquí para seguir luchando. Y aunque, a veces, me ardan otras lunas muy lejanas y muy bellas en la piel, me quedaré con todos, a sufrir con todos, a luchar con todos, a envejecer con todos.
A su regreso, dirán después los hombres, no hubo nadie, no hubo nada, a no ser la calle sola. Y este viejo viento que conoció de niño, hace ya tanta estrella y tanta, tanta lluvia.
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