Delia Quiñónez
Marzo, fuego de vigilia
(A los mártires de 1962)
Marzo, tilitante responso viejo y ensombrecido clavel. ¡Qué multitud de ojos desgarrados reflejan aún tus amapolas! ¡Qué avalancha de voces hace rugir la delgadez callada de tus ríos! ¡Cuántas sombras errantes hieren tu adorada canícula de siglos!
Marzo, dura crin, cristal de turbia llamarada. Madre, que tu hijo no esconda su lágrima, que no niegue su cruz, que no oculte el arado; de llanto, cruz y tierra nace la espiga jubilosa y el maíz inmaculado del mañana. Marzo, taciturna gaviota ilímite fragancia enardecida.
Amado, un pájaro tira su sombra en la ventana. Su tibia voz inmóvil guarda el temblor del equinoccio muerto. Deja que atisbe la ventana: Marzo está ciego bajo su misma luz dorada.
Marzo, pleamar de la angustia, rosa de espinas duplicadas. Me duele atravesar tu sombra hirsuta y respirar tu aroma enmohecido. Duele palpar tus rosas de vigilante espuma negra. Marzo, ola de espera, bendito fuego renovado. Me duele tu vientre envilecido. Muerdo la voz que niega tu espranza. Visto dolores transitorios: honda forma de amar y esclarecer tu tardía primavera, tu rocío de cúspides heladas. Marzo, ritual inconmovible, ¿qué clamor cabe entre el rocío y tus palabras? ¿Qué viento insigne mirará tus cenizas sepultadas?
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