Celebro la grandeza de las cosas pequeñas, de las cosas triviales, sencillas, hogareñas. Quisiera que este verso fuera un canto de gesta que exalte las hazañas de la gente modesta. Qusiera que este verso fuera un himno discreto que exalte al hombre medio, responsable y concreto. Quisiera que este verso resulte una balada que exalte al hombre honrado y a la mujer honrada. Celebro la batalla de apariencia anodina que se libra en los campos de la diaria rutina. Celebro a tanta gente que empieza la jornada levantándose alegre en plena madrugada. Celebro ese gobierno que ejercen las mujeres y que los formularios definen: sus quehaceres. Gobierno que se inicia cuando encienden puntuales en sus casas dormidas los fuegos matinales. Celebro los aromas que inundan la cocina: celebro la fragancia del café y de la harina. Celebro cada gesto, celebro cada frase, preparando los hijos cuando salen a clase: que ajustar la corbata, que observar los detalles, recomendar cuidado para cruzar las calles. Y celebro a los chicos con delantales blancos cuando escuchan atentos sentados en sus bancos. Celebro las lecciones sabidas a conciencia, los triángulos, los mapas pintados con paciencia. Celebro la epopeya del trabajo bien hecho, del horario completo, del deber satisfecho. Celebro las proezas del último escribiente que no demora el curso que sigue un expediente. Celebro la respuesta simpática y precisa. Celebro la fatiga detrás de una sonrisa. Celebro la tarea comenzada y concluida. Celebro la herramienta que se limpia y se cuida. Celebro a quien mensura los alcances de un riesgo cuando avanza prudente por atajos al sesgo. Y celebro asimismo la decisión valiente que lleva en ocasiones a jugarse de frente. Celebro la costumbre de decir la verdad. Celebro la constancia. Celebro la amistad. Celebro la finura de esa ayuda encubierta que se presta de modo que ninguno lo advierta. Celebro los escritos con renglones prolijos. Y celebro el coraje de tener muchos hijos. Celebro que se cumplan los acuerdos verbales. Celebro la clemencia de los buenos modales. Celebro al funcionario que cumple sus funciones. Y celebro al vecino que riega sus malvones. Celebro a quien comparte la pesadumbre ajena. Celebro a quien festeja la dulce Nochebuena. Celebro al vigilante, celebro al carpintero. Celebro el trato franco y el amor verdadero. Celebro las parejas de novios que en verano caminan por los parques tomados de la mano. Y celebro el cariño de mujer y marido cuando llevan ya un largo camino recorrido. Celebro los abuelos que ríen con su nietos. Celebro a quienes saben mantener los secretos. Celebro al hombre humilde que construye un país: del árbol florecido celebro la raíz. Celebro a los que pisan con firmeza en el suelo mientras alzan confiados sus ojos al cielo. Y concluyo este verso con el párrafo aquel: