Los días corren unos tras otros,
como corren las estaciones y los años y los siglos. Mas los días no mueren,
ni mueren las estaciones
ni los años ni los siglos.
Simplemente dejan de ser
de una forma para nacer de otra forma. Cuando se va la Primavera
¿acaso ha muerto la Primavera? Al año siguiente volverá distinta y renovada,
estirando su talle y llenando de flores los campos. Y un fruto puede decir: Yo estoy maduro, tómame para tu alimento.
Sin embargo el hombre que ve más, no la tomará hasta que no
tenga el color de la maduración. Del mismo modo les digo: No porque digan que son sabios
serán tomados por ello, porque los que velan por el mundo ven el tono de su
vestidura espiritual y él no engaña. Dedíquense a madurarlo con la entrega
y el sacrificio del desapego. Venzan el egoísmo y caminen hacia
la maduración consciente. Pronto tendrán el tono que busca el Recolector
y podrán ser elevados para saciar el hambre de los que buscan la Luz.
Del Libro: Así Hablaba Quetzacóatl
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