|
Eladio Cabañero
Tú y yo en el pueblo
Es todo bien sencillo. Nuestro pueblocon sus tejados, sus barbechos surtosen la orilla del campo, el sol colgante,la torre de la iglesia, nuestras casas,ya estaban desde siempre por lo visto.Todos estaban antes, ¡qué sencillo!Nuestros padres, los suyos, los parientes,aquí estaban; las viñas daban frutoal cobijo del llano, hacia septiembre;explotaban de rojas las sandíasy los membrillos lo aromaban todomientras el vino nuevo ardía en las cuevas,en las tinajas roncas y en los cántaros,y no habíamos nacido, compañera.Nunca se tuvo la fe suficientepara entender a un niño. Por entoncesla vida estaba azul para nosotros.Oh niña dulce en Tomelloso aquella,qué tiernecito corazón el tuyomientras la guerra... Huelo aquellos añoscomo el mejor perfume. Ángel nacidoque fuiste tú, y yo el muchacho serioque, sin saberlo, yendo por las callespasa frente a tu puerta y te conoce.Ah tiempo recordable, sombra izadacomo un mal sueño en nuestra juventud,¿todo ha sido verdad? Qué gran sospechanuestra vida pasada allá en el pueblo:sus fiestas de guardar, sus romerías;las ferias de septiembre (cuando llevanlos viñeros, los pobres, a sus hijosCon los zapatos nuevos, que no puedenandar, ilusionados...); los inviernoscon nieve y con amigos que regresan ;el pueblo con gramberros por las calles,gamberros como hermanos, cariñosos,bromistas del petardo y de los dichosgordos y hasta poéticos a veces.Puestos a recordar, hemos venidode visita a este mundo insatisfecho.En las tardes del pueblo, sueño que urdela lejanía en soledad del mundo,hemos amado tanto en otros seres,en años, quizá siglos, tantas veceste miré ensimismado, emocionado,que hoy ya no es necesario, compañera,amor mal recobrado, que te digacuánto te quise en nuestro pueblo, a solas.
|
|
|