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Jaime Labastida
Papel borrado
Cuando termino de escribir todo esto, después que durante horas me imprimo como un mecanismo de dulzura y de cólera én las hojas, y el viento desordena los papeles y entra un siblido extraño, y merodea en la casa una noche especial, ajena, sin preguntas; cuando abro las ventanas para que lleguen los amigos que tienen nombres de herramienta y prisines, después que me deshago de este tósigo, cuando quedo vacío, mi mujer viene aquí con amor que estrangula. Amor resplandeciente el nuestro que asume la crueldad de un pájaro pequeño que picara su grano, tiernamente, en la herida de un brazo y más la abriera, que es como un pequeño pájaro que cantara, cerca, muy cerca, demasiado cerca del oído, y al que no pudieras callar, aunque te rompa el tímpano a golpes de dulzura.
Escribo entonces junto al mar. Asiento mi pisada y mi cansancio en la áspera arena de la playa, mientras el mar, ausente, en grises movimientos nos acecha y borra todo, borra todo, borra todo de mí, borra todo de mí, borra todo de mí.


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