Nancy Morejón
A un muchacho
Entre la espuma y la marea se levanta su espalda cuando la tarde ya iba cayendo sola.
Tuve sus ojos negros, como hierbas, entre las conchas brunas del Pacífico.
Tuve sus labios finos como una sal hervida en las arenas.
Tuve, en fin, su barbilla de incienso bajo el sol.
Un muchacho del mundo sobre mí y los cantares de la Biblia modelaron sus piernas, sus tobillos y las uvas del sexo y los himnos pluviales que ancen de su boca envolviéndonos si como a dos nautas enlazados al velamen incierto del amor.
Entre sus brazos, vivo. Entre sus brazos duros quise morir como un ave mojada.
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