Pablo Neruda
Piedras para María
LAS piedrecitas puras, olivas ovaladas fueron antes población de las viñas del océano, racimos agrupados, uvas de los panales sumergidos: la ola las desgranaba, caían en el viento, rodaban al abismo abismo abismo entre lentos pescados, sonámbulas medusas, colas de lacerantes tiburones, corvinas como balas! las piedras transparentes, las suavísimas piedras, piedrecitas, resbalaron hacia el fondo del húmedo reinado, más abajo, hacia donde sale otra vez el cielo y muere el mar sobre sus alcachofas. Rodaron y rodaron entre dedos y labios submarinos hasta la suavidad inacabable, hasta ser sólo tacto, curva de copa suave, pétalo de cadera. Entonces arreció la marejada y un golpe de ola dura, una mano de piedra aventó los guijarros, los desgranó en la costa y allí en silencio desaparecieron: pequeños dientes de ámbar, pasas de miel y sal, porotos de agua, aceitunas azules de la ola, almendras olvidadas de la arena.
Piedras para María! Piedras de honor para su laberinto! Ella, como una araña de piedra transparente, tejerá su bordado, hará de piedra pura su bandera, fabricará con piedras plateadas la estructura del día, con piedras azufradas la raíz de un relámpago perdido, y una por una subirá a su muro, al sistema, al decoro, al movimiento, la piedra fugitiva, la uva del mar ha vuelto a los racimos, trae la luz de su estupenda espuma.
Piedras para María!
Ágatas arrugadas de Isla Negra, sulfúricos guijarros de Tocopilla, como estrellas rotas, caídas del infierno mineral, piedras de La Serena que el océano suavizó y luego estableció en la altura, y de Coquimbo el negro poderío, el basalto rodante de Maitencillo, de Toltén, de Niebla, del vestido mojado de Chiloé marino, piedras redondas, piedras como huevos de pilpilén austral, dedos translúcidos de la secreta sal, del congelado cuarzo, o durísima herencia de Los Andes, naves y monasterios de granito.
Alabadas las piedras de María, las que coloca como abeja a clara en el panal de su sabiduría: las piedras de sus muros, del libro que construye letra por letra, hoja por hoja y piedra a piedra! Hay que ver y leer esta hermosura y amar sus manos de cuya energía sale, suavísima, una lección de piedra.
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