Francisco Azuela
El cóndor de los Andes, víctima de sueños
I
En la sombra de la vida, que es una sola, alta, profunda y misteriosa
cae un eco de destinos imposibles. La humanidad anda sin aliento,
cautiva, rompiendo sus silencios.
Llega el viento, trae su rostro, su espejo, ánimo de flor en tierra.
El alba nace en la comisura de sus labios,
caléndula del tiempo. Cuánto cuesta soltar la soledad
a la orilla de la vida, la hierba crece hacia adentro
y se hace verde el pensamiento, el ojo de la tarde indefinida.
Como una tempestad de ilusiones la herida cicatriza
el instante de antiguos sufrimientos y un beso tierno
de sus labios adelanta el sentimiento,
los ojos se llenan nuevamente, cántaros de vida,
de amor silencioso donde la oruga prepara
su cosecha de sueños en la admiración del brillo
de una pequeña estrella perdida en sus ojos nebulosos.
El párpado del pájaro guarda su último canto de desdichas
en la madrugada que a nadie dice nada,
caen rayos de ira, el viento levanta su coraje
de espinas y en la concha marina viajan
sus pensamientos como el último aliento
de sus deseos de ir muy lejos de la raíz profunda
que encarnó sus primeras tierras de fértil contextura en la piel.
Enamorada el ave suicida sigue en el vuelo
su inmensa soledad, el cristal del aire atraviesa sus ojos tristes, ojos de nieve.
II
El IlLimanI envía en el reflejo de su nieve,
una vez más, su manto de amor a una ciudad
perdida, el cóndor se conmueve en su propia ternura de siglos.
América dolida hasta los huesos de su arrepentimiento,
hasta los huesos de su alma y de su tierna sangre indefensa y cálida.
Viene nuevamente el recorrido de todo lo pasado,
la estirpe humana se conmueve y la orilla del espejo
vuelve a desdibujar en el aire la imagen del cóndor
que agoniza en el vuelo sublime que toca el ala de los ángeles.
¿De qué color es tu alma hombre-pájaro-cóndor?,
¿dónde quedó el último aliento de tu sombra?,
¿dónde quedó tu pasado?,
¿dónde quedó tu América con sus puertas
al sol, con sus guerreros de flechas en pedernal?.
La palabra héroe se inventó para nombrar tus
vientos, no hay nada más que decir,
te has ido de nuestros sueños, te has ido de la vida,
sólo ha quedado tu sombra en el vuelo imaginario
de la tarde, de esta tarde que tiene en su remordimiento
una escritura que ya nadie sabe leer.
III
Ayer fue el fuego, el agua y la lluvia. Tu te llevaste el viento,
te llevaste en el aire la soledad entera para que nadie estuviera triste.
Cóndor de los Andes infinitos, de patrias compartidas,
silencio de luz en tu plumaje de esperanzas.
Ágata de vuelos, la noche también crece en tu firmamento,
ahí te haces infinito en tus espejos de oro. Cóndor-hombre, Cóndor-ángel.
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