Los celos, más que amor o miedo a la soledad, es un
sentimiento de posesión, de necesidad de controlar,
y de inseguridad en uno mismo.
Todos conocemos y hemos experimentado como
protagonistas o como víctimas de una pareja celosa.
Los celos son nuestra manera de control que se
pone en marcha ante el miedo a perder una figura
de apego que brinda seguridad psicológica, significancia
social y pertenecía, que es exactamente en lo que
convertimos a nuestra pareja.
Pero los celos no son exclusivos del espacio
familiar o sentimental, otro ámbito donde
germinan mucho es el mundo laboral.
Podríamos definirlos como un estado emotivo
ansioso que padece una persona y que se
caracteriza por el miedo ante la posibilidad de
perder lo que se posee y tiene, o se considera
que se tiene y posee, o se debiera tener y poseer,
como el amor, el poder, y la imagen profesional o
social.
En el ámbito sentimental, el rasgo más acusado
de los celos es la desconfianza y sospecha
permanentes en el otro que tiñen, y perjudican
gravemente, la relación con la persona amada.
La mayoría entendemos por celos ese confuso,
paralizador y obsesivo sentimiento causado por
el temor de que la persona de positaria de
nuestro amor prefiera a otra en nuestro lugar.
Los celos son normales cuando actúan como
generadores de energía vital en la pareja y no
desestabilizan a ninguno de los dos. Incluso,
es muy común que se interpreten los celos como
expresión de la importancia que tiene un individuo
para esa persona.
Si te valoras, no negocies con el respeto de tu vida,
ni con la de tu intimidad. No olvidemos que uno no se siente
amado si no es digno de confianza.
Házle saber tus límites y éxijele cambios. No te conforme
con promesas, ni postergaciones.
Recuerda...quien de hace sufir, no te ama. Un amor debe
ser sano, saludable y reconfortante que nos acerque más
a la felicidad que al dolor.