Alfonso Canales
Qué indefinible tristeza...
Qué indefinible tristeza, cuando uno escucha las palabras casi sin sentido que surten de miles de labios y que se van, sin orden, amontonando en el aire, las palabras como insectos que liban en miles de orejas ambulantes, las palabras que se disuelven, como olas, sobre la playa de la tarde, adelgazando, trocándose en espuma, en humedad, en nada. Y qué tristeza finísima, qué sombra, qué aire de tristeza, cuando uno piensa que es imposible comparar a estos seres que se agitan con las nubes que circulan por las calles del cielo, o con el ir y venir del viento entre las hojas de los árboles. Y sobre todo, qué inmenso desconsuelo cuando uno se da cuenta de que estas tristes reflexiones en torno a estas criaturas que giran en la tarde lo han convertido a uno en alguien infinitamente abandonando, en alguien que, desde el otro lado del tiempo, escucha, lleno de soledad, el fragor de éste monótono rebaño de corazones.
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