Qué tienen las mariposas en común con el espíritu humano?
Conozcamos
a Maggie, una esposa y madre de edad mediana,
que estaba a punto de averiguarlo.
Maggie no era rica como una millonaria ni pobre a la manera
de los desposeídos.
Ella vivía una vida promedio y cómoda. Se hizo aun mejor
cuando le llegó una hermosa bebita. Ella y
su esposo se aseguraron que su hija tuviera
satisfechas sus necesidades y que pudiesen llevarla
de vacaciones
a la playa cada año.
Maggie era socia en el negocio de su esposo.
Ambos tenían distintas responsabilidades lo que mantenía
todo en balance. Un día, el negocio de su esposo sufrió un
golpe devastador, y en un período de tres años,
el negocio se vino abajo. Su esposo tuvo que
reinventarse por completo y anhelaba cumplir sus sueños con
una nueva vocación.
Ella se sentía feliz por él y lo apoyaba plenamente,
pero el dinero seguía sin llegar.
Maggie comenzó a sentirse culpable de no
contribuir ingreso alguno. Había pasado bastante tiempo
desde que había trabajado fuera del hogar para alguien más.
Resulta innecesario decir que ella estaba aterrada pero todavía
tenía fe que todo saldría bien. Comenzó a buscar empleo
y descubrió que llenar las solicitudes era algo difícil,
especialmente la parte que pedía referencias de empleo.
Mantengamos en mente que ella había estado auto-empleada
con su esposo por casi 20 años. Sentía como que eso no
contaba para nada ya que nunca había sido llamada para
una entrevista.
Para el tiempo en que buscaba empleo su madre enfermó
más de lo que estaba y acabó en el hospital por una semana.
Una vez que la madre de Maggie regresó a casa,
se convirtió en la ayudante de su madre un día a la semana.
Ella hacía las compras, cambiaba las sábanas,
aspiraba las alfombras y hacía otras cosas que su
madre ya no estaba en condiciones de hacer.
Por supuesto que su madre le pagaba por su tiempo y esfuerzo
pero todavía sentía que necesitaba hallar otra fuente
de ingreso.
Una de las primeras solicitudes que había llenado
finalmente pagó
dividendos. Pasó la entrevista con altas calificaciones y
se le dijo que ella era "exactamente" lo que estaban buscando.
Aunque era tan solo un tiempo parcial era exactamente lo
que ella quería.
Era importante para ella estar en casa cuando su
hija regresaba del colegio. Le dijeron que estarían en
contacto cuando el calendario estuviese listo.
Sabiendo que tenía el empleo la hizo sentir contenta y
productiva
de nuevo.
En unas cuantas semanas, sin embargo, recibió un
correo electrónico diciendo que la compañía había cambiado
el empleo a uno de tiempo completo y que ya no
estaba calificada. Maggie quedó devastada.
Se sintió traicionada y que le habían mentido. Esa noche
estaba sola ya que su esposo e hija habían salido.
Agradeció la soledad y quería ahogar sus penas en un baño
caliente de burbujas.
Tal y como lo esperaba, comenzó a llorar, suavemente
al comienzo por el dolor de sentirse rechazada.
Tres largos años de lucha finalmente la habían colmado.
Entonces se llenó de ira; molesta con todo desde las
circunstancias
que la habían llevado allí, hasta con Dios mismo. Ella lloró más
duro y gritó:
"¿Qué quieres que haga?" Estaba convencida de que Dios la
había abandonado.
Cuando pudo dejar de llorar, quedó exhausta y
se rindió. Fue en ese momento que una idea
silenciosa le llegó de ofrecerle ayuda casera a los ancianos.
Usando otro talento con las computadoras, imprimió varias
volantes y tarjetas y las distribuyó en su iglesia,
abarroterías y aún colocó un pequeño anuncio
en el periódico. En una semana tenía dos nuevos clientes.
Ahora, aunque no es la Gerente General de una gran
compañía o una poderosa empresaria, se siente feliz
y productiva de nuevo. Así que, ¿realmente la había
abandonado Dios?
Busquemos en la naturaleza tanto las lecciones como la
respuesta.
Antes de que una mariposa pueda emerger de su crisálida
tiene que
atravesar mucha lucha. Sí, lucha.
Cada vez que se abalanza para escapar, los ácidos
son removidos
de sus alas. Si alguien se acercase y rompiese la crisálida,
la mariposa moriría por causa de esos ácidos.
En esencia la lucha es necesaria para que la mariposa sobreviva.
Entonces en la quietud, cuando la lucha finaliza,
la mariposa puede salir y compartir su belleza con el mundo.
Nosotros los humanos no somos diferentes. Hay tiempos
en que necesitamos luchar para despojarnos de los
ácidos que constituyen la tristeza, el temor y la ira.
Es sólo entonces,
cuando quedamos exhaustos y quietos
que podemos comenzar a escuchar el susurro de Dios.
Tony Masiello