|
Daniel García Helder
Una advertencia
Una alambrada donde se cruzan tallos de distintas zarzas y unas pocas cañas emergen con sus penachos entre flores acampanadas, tampoco muchas, de un color que remeda al lila, pero que es silvestre.
Hay un grupo de estatuas entre los arbustos del que la niebla apenas perdona las cabezas. A ratos se alzan voces de gaviotas y un gas como de harinas en putrefacción que se dilata, y a cada oleada sigue otra más picante.
Una advertencia a los que crucen este parque y restando poder a la humedad v al suelo quieran hacer un alto para atarse los cordones, prender un cigarrillo, fumarlo, cualquier cosa: acá los pies echan raíz al menor signo de parálisis
y ya las rodillas se ponen rígidas, la boca es cerrada por una corteza que sube, áspera, desde los hombros y el tórax; manotear algo a qué aferrarse no sirve de nada: los brazos flexibles se tuercen en troncos que se ramifican
y borrando toda huella de una vida pasada de miles de brotes en silencio rápido salen las primeras hojas.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|