José Kozer
Legado
Dile a las niñas una u otra o vayan a posar un pie en la habitación. Entre, el notario. Dé fe: tiene permiso para escriturar con palabras al pie de la letra o tergiversarlas. Mi asunto es otro. Cuestión de reyes o cítaras y el mar que arroja tumultuosos buhoneros porteadores descalzos ocupación y mercancías. Palabras: han de registrar todo objeto en su tamaño y confinamiento. Si prestan un servio o si son alegría en el ojo vivo de las concubinas me es ajeno. Esto, he dicho. En los vientos del sábado y propietario de unas tijeras podadoras supe allanar los reinos de la incandescencia y permutar el pedregal en utopía y las formaciones en la roca calcárea por el afán indomitable de la transmigración. Nada pude: creí. En la palabra escrita y con el olfato puesto en los alcores creí que había llegado a poseer un instrumental que configuraba y rehacía, creí que me alzaba de la ignominia del cuerpo y las funciones naturales y su terminación. Júzguese si mi modo de ver las cosas no era ofensivo: pues verdaderamente es ofensa tanta laboriosidad. Debí ser escueto. En la elucubración de la minuciosidad: quise regir con unos pobres sustantivos lo hechos y su denominación. Entre, señor notario: y selle mis palabras. Salga por la misma puerta por donde entró convoque a mis hijas y solemnemente pase a dar lectura un ítem otro ítem otro. Son unas niñas educadas en el conocimiento de ciertas canciones que compuso su padre a la ligera y ni Ud. ni yo podremos embaucarlas con jaculatorias ni el tono majestuoso de unos himnos. Son unas niñas austeras: convóquelas y verá. No le asombre mientras procede a la lectura que se distancien mayormente de esta palabrería y parezcan con su padre, altaneras: la sombra de una flor en el ojal, guantes de gala gris, harán con mi yugo una cháchara feliz juran que en esta casa no se mentarán jamás mis cerdas ni mis putrefacciones, que vivirán como ecuestres casadas.
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