Uno de los síntomas más claros de la maduración espiritual es el desprendimiento de lo superfluo.
La verdadera madurez aborrece los adornos.
Y cuando no nos animamos a dejar aquello que ya sabemos que es falso, no estamos dejando espacio
para que aparezca lo verdadero.
El camino para reconocer el propio deseo -que de eso se trata vivir- pasa por descubrir primero
qué es lo que no se quiere y comenzar a apartarlo de su vida.
De ese modo se produce a un mismo tiempo una limpieza de cosas, personas, creencias -que uno ya
sabe que le hacen daño- y un vacío repleto de confianza en que algo mejor aparecerá para llenarlo.
Por supuesto que este tipo de conductas no están al alcance de los que temen quedarse "sin el pan y sin la torta",
ni de los otros devotos de la "seguridad".
No hay seguridad en crecer como no hay seguridad en nacer o morir.
Sólo hay una fuerza incontrolable de vida que busca expandirse hasta el infinito.
Y -cuando intentamos negarla- no hacemos otra cosa que morir en vida.
Pero entregarse a este océano del ser sin preguntarse a dónde nos lleva, sólo es patrimonio de aquellos
con coraje para vivir y que han decidido que su vida es su propia obra de arte.
Aquellos para quienes el comprender y desentrañar los misterios de su propia existencia es, a la vez
que su mayor placer, su única posibilidad.
Y lo más extraordinario de este conocimiento es que no se puede adquirir.
Sólo cuando nuestras falsas creencias desaparecen por inconsistentes, el ser se restablece en sí mismo.
Que tengas un bendecido dia, inundado de amor, salud,paz, todo lo bueno para vos
tu amiga que te da las gracias x estar aqui.
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