Eduardo Mitre
Deshora
polvo serán, mas polvo enamorado. Francisco de Quevedo
La cercanía infranqueable entre sus cuerpos. Un puente de miradas donde se cruzan y se separan. En sus labios: un vaivén de palabras o de silencios —no la lenta fragua del beso. No el hondo goce ni la dicha tersa de las desnudeces enlazadas: sólo el roce eléctrico de los muslos que se adivinan.
Sólo el asombro de conocerse en la esquina de los tardíos encuentros.
Y el sueño donde quizá se poseen al lado de otro cuerpo que duerme.
Y el carbón del deseo que ha de volverse sin duda puro diamante
al precio de no haber sido nunca los dos el mismo leño la húmeda llama en el lecho de esta única vida.
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