Nicolás Fernández de Moratín
ODA A LOS OJOS DE DORISA
Ojos hermosos de mi Dorisa: yo os vi al reflejo de luces tibias... ¡Noche felice, no te me olvidas! Turbado y mudo quedé a su vista, susto de muerte me atemoriza, y sólo huyendo pude evadirla.
Ojos hermosos: yo así vivía, cuando amor fiero gimió de envidia. Quiso que al yugo la cerviz rinda, y os me presenta con pompa altiva, una mañana, cuando ilumina Febo los prados que abril matiza. Vi que con nuevas flores se pinta el suelo fértil, la cumbre fría; los arroyuelos libres salpican, sonando roncos, la verde orilla. Gratos aromas el viento espira, cantan amores las avecillas.
Ojos hermosos: yo me aturdía, cuando me ciega luz improvisa, con más incendios y más rüinas que si centellas Júpiter vibra. Nunca posible será que diga que pena entonces me martiriza. ¡Qué feliz era, qué bien hacía mientras huyendo sus fuegos iba!
Ojos hermosos: si conocida a vos os fuese vuestra luz misma, o en el espejo la reflexiva tanto mostrara, conoceríais qué estrago al orbe se le destina, bien con enojos bien con delicias. ¡Ay cómo atraen, cómo desvían, cómo sujetan, cómo acarician!
Piedad, hermosas lumbres divinas, de quien amante os solemniza. Y si a mi verso la suerte amiga da, que en el mundo durable exista, aplauso eterno haré que os siga, y en otros siglos daréis envidia.
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