Cristóbal Suárez de Figueroa
Endechas
Bella zagaleja del color moreno, blanco milagroso de mi pensamiento;
gallarda triguera, de belleza extremo, ardor de las almas y de amor trofeo;
suave sirena, que con tus acentos detienes el curso de los pasajeros;
desde que te vi tal estoy, que siento preso del albedrío y abrasado el pecho.
Hasta donde estás cuelan mis deseos llenos de afición, y de miedos llenos,
viendo que te ama más digno sujeto, dueño de tus ojos, de tu gusto cielo.
Mas ya que se fue, dando al agua remos, sienta de mudanza el antiguo fuero.
Al presente olvidan; y quien fuere cuerdo, en estando ausente téngase por muerto;
y pues vive el tuyo en extraño reino, por ventura esclavo de rubios cabellos,
antes que los tuyos se cubran de hielo, con piedad acoge suspiros y ruegos.
Permite a mis brazos que se miren hechos hiedras amorosas de tu airoso cuerpo;
que a tu fresca boca robaré el aliento, y en ti transformado, moriré viviendo.
Himeneo haga nuestro amor eterno, nazcan de nosotros hermoso renuevos.
Tu beldad celebren mis sonoros versos, por quien no te ofendan olvido mi tiempo.
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