Carmen Conde Abellán
AMANTE
Es igual que reír dentro de una campana: sin el aire, ni oírte, ni saber a qué hueles. Con gesto vas gastando la noche de tu cuerpo y yo te transparento: soy tú para la vida.
No se acaban tus ojos; son los otros los ciegos. No te juntan a mí, nadie sabe que es tuya esta mortal ausencia que se duerme en mi boca, cuando clama la voz en desiertos de llanto.
Brotan tiernos laureles en las frentes ajenas, y el amor se consuela prodigando su alma. Todo es luz y desmayo donde nacen los hijos, y la tierra es de flor y en la flor hay un cielo.
Solamente tú y yo (una mujer al fondo de ese cristal sin brillo que es campana caliente), vamos considerando que la vida..., la vida puede ser el amor, cuando el amor embriaga; es sin duda sufrir, cuando se está dichosa; es, segura, la luz, porque tenemos ojos.
Pero ¿reír, cantar, estremecernos libres de desear y ser mucho más que la vida...? No. Ya lo sé. Todo es algo que supe y por ello, por ti, permanezco en el Mundo.
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