Álvaro Menén Desleal
Oración que ayuda a bien condenarse a un tirano
Señor, cuando se muera —porque, como el tiranosaurio,
por grande y por feroz que sea, por agrio y bien armado que esté,
ha de morir, y será entonces como un pequeño volcán
de huesos sobre el que los otros animales del bosque
se orinen impunemente—
Cuando se muera, Señor, no te acobardes como se acobardó tu iglesia,
que puso sus blancos odres para llenar sus odres esperanzada
en robar sus odres; no te acobardes, Señor, y no te niegues: Tú mismo abre la puerta —no mandes una virgen, ningún ángel te cumpla ese mandato—; abre tú mismo y lo verás: un alma enjuta, un alma miserable que moró
como gusano y que gusano es y será,
que se arrastró de milagro pata tocar a Tu puerta, para llegar hasta ella con el juego de siempre. Abre tú mismo y mira que a ti llega no con el gesto insumiso
de aquelque allá en la tierra, en su país, pareció hacer temblar
tus firmesmontes, tus sólidas montanas; abre tú mismo y mira que ya no tiene más la sombra que mataba
tu hierbaen los jardines de Brasilia, de Managua, de Asunción, de La Paz, de Madrid, de Lisboa; de Buenos Aires, Por -au- Prince y Guatemala;
de Santo Domingo,Bogotá y Caracas, de Lima y San Salvador; de casi toda tu tierra, en fin, porque el reino de la maldad nunca se pone al sol; abre y mira como pretende engañarte fingiéndose el más humilde
de tus hijos.Con un rasgo de humor, aprecia su arte. Mira cómo maneja sus cartas credenciales y estudia su baraja compuesta sólo de ases, su juego organizado para nunca perder.
Cuando te hable para pedirte acceso a los serenos
claustros celestiales, no usará el vozarrón con que ordenó a sus guardias el exilio y la muerte de tus mejores ángeles. Quizás ni te hable, y sólo baje humildemente la vista.
¡Tú reconócelo, Señor, porque es el mismo, el uno y mismo!
¡Sé implacable, Señor: no te conmuevan las misas
que por encargo de los embajadores dijeran, previo pago, algunos curas! ¡No lo perdones! ¡Dale una celestial patada en el trasero y envíalo a su sitio, a los antros quele son merecedores!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; en el de los poetas clavados en sus huesos; en el de las viudas que muerden sus almohadas y en el de todos los muertos levantando sus puños, gracias te doy, Señor. Amén.
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