En rocío se reparte silencioso;
ya lo cubre en totalidad.
Sólo existe el arrullo rumoroso,
que se expande a la eternidad.
Pasan horas, comienza torrente;
se llena de vaho el ambiente;
el ritmo comienza a acelerar
hasta una tormenta alcanzar.
Rápido, sin pasado, sin futuro,
sólo en reflejos rosáceos
y colores pintos de obscuro:
con respiraciones en paseos.
Ahogándonos en las caricias
que nos cubren en tormenta,
sintiendo cómo nos refresca
y de paz nos cuenta delicias.