Con el llanto de mi mirada,
se encuentran unos ojos vacíos,
dentro de aquella habitación,
con la niebla de mis pupilas.
Pues no sé si seguir llorando,
o encadenarme al destino,
quisiera seguir caminando,
más me lo impide el camino.
Por encima de mi regazo,
se encuentra una flor marchita,
con el aroma del pecado,
sin la dulzura del día.
Se oye el susurro del viento,
en el foco de mi corazón,
está triste y desolado,
más se aferra con el dolor.
Para mí, el cielo ya no es amor,
para mí, el cielo ya es nada,
porque en aquella habitación,
ya no hay alegría, ¡sólo dolor!
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