El poder de la imagen
Una leyenda peruana nos habla de una ciudad
donde todo el mundo era feliz. Todos hacían lo que querían
y se entendían bien,
a excepción del alcalde,
que vivía triste porque no tenía nada que gobernar.
La cárcel estaba vacía,
el tribunal no se utilizaba nunca
y el notario no proporcionaba ningún beneficio,
pues la palabra valía más que el papel.
«Aquí falta autoridad», pensaba el alcalde.
E intentaba, de todas las formas posibles,
que la gente obedeciese leyes absurdas
creadas por el Gobierno central.
Nadie hacía caso.
Hasta que el alcalde tuvo una idea.
Mandó venir a operarios de muy lejos
para que cerraran con una cerca
el centro de la plaza principal de la pequeña ciudad,
y se pusieran a construir.
Durante una semana,
se oyeron los martillos golpeando,
las sierras cortando madera,
las voces de los capataces dando órdenes.
Una tarde, el alcalde invitó a todos los habitantes
de la ciudad a la inauguración.
Con gran solemnidad, se retiró la cerca
y apareció… una horca. Nuevecita,
con la soga oscilando al viento
y el mecanismo de la trampilla bien engrasado.
A partir de aquel momento,
todo el mundo que pasaba por la plaza veía la horca.
La gente se fue volviendo cada vez más triste,
sin saber lo que de ella se esperaba.
Empezaron a preguntarse qué hacía allí aquella horca,
y, por el miedo que les producía,
pasaron a dirigirse a la justicia
para resolver cualquier asunto que surgía
y que antes se conseguía de común acuerdo.
Empezaron a ir al notario para registrar documentos
que hasta entonces habían sido sustituidos por la palabra.
Y también empezaron a hacer caso en todo al alcalde,
por miedo de violar la ley.
La leyenda termina diciendo que nunca se utilizó la horca.
Pero bastó su presencia para que todo cambiara.
Desconozco el autor
saludos..
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