¡Ámate!
No permitas que nada ni nadie destruya ese don precioso que brilla dentro de ti.
No permitas que se termine el brillo del amor en tu alma, porque quienes te han
amado tanto, aún, con el paso del tiempo te siguen amando y deseándote el bien.
Hazles el homenaje de no permitir que nadie quiera doblegarte y someterte a su voluntad.
Ámate como ellos te han amado y respétate como el divino sueño de Dios.
Reconoce en cada buen recuerdo el germen de tu vida y corrige los errores del hoy,
podando las hojas muertas del árbol que sostiene tu historia. Rodéate de luz y sé luz,
descansa pero no te dejes caer.
No te dejes vencer por las corrientes que parecen tan terribles, tan inefables,
no les des mayor atención de la que debes darle, porque si todo el tiempo piensas
en las contrariedades de la vida, terminarás confundiéndote con lo mismo que no deseas.
¡Libérate!
Saca tus nudos corporales y muévete. Baila, camina, corre, mueve tu cuerpo hasta
darle mayor fluidez. Sabes, a veces las zonas más duras del cuerpo son la
materialización de muchas horas de pensamiento negativo o trabajo sin placer,
rutinas que habrás debido cumplir, pero que se pueden demoler, ablandar y restaurar.
Libérate de tus miedos ocultos. Piensa en ellos y destrábalos hablándoles como si
fueran personas con las que tienes problemas y que son difíciles de abordar.
Sácalos de tu interior con paciencia, razón y voluntad. Háblales y diles que se retiren,
que desde ahora en adelante vas a manejar tus sueños, tus ilusiones, tus planes
directamente, sin intermediarios fantasmas.
Libérate y confía, en Dios, en tí. Libérate y empieza a ser un poquito más feliz.
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