Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

๑۩۞۩๑‏ CAPRICHITOS CON PSP ๑۩۞۩๑‏
¡ Feliz Cumpleaños LadyDoris !
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 ◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙ 
 ♥ ADMINISTRADORAS 
 ♥ PRESENTATE 
 ♥ CUMPLEAÑOS 
 ♥ NORMAS DEL GRUPO 
 ♥ NO AL ROBO DE BANDA 
 ◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙ 
 ♥ OFRECE FIRMAS AQUI 
 ♥ RECOGE FIRMAS CHICAS 
 ♥ CAPRICHITOS CHICOS 
 ♥ TUTORIALES DE FIRMAS 
 ♥ PRACTICAS DE FIRMAS 
 ◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙ 
 ♥ FONDOS PARA USAR 
 ♥ TUTORIALES DE FONDOS 
 ♥ PRACTICAS DE FONDOS 
 ◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙ 
 ♥ TUTORIALES DE LAYOUT 
 ♥ PRACTICAS DE LAYOUT 
 ◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙ 
 ♥ PSP Y PROGRAMAS 
 ♥ IMAGENES Y GIFS 
 ♥ MATERIALES PSP 
 ♥ SERVIDORES 
 ♥ OTROS TUTORIALES 
 ◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙ 
 ♥ PRESENTA TU MASCOTA 
 ♥ COCINA - HOGAR 
 ♥ ENTRETENIMIENTO 
 ♥ CAPILLA 
 ♥ POEMAS 
 ◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙ 
 ♥ CAPILLA 
 ◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙ 
 ♥ WEB AMIGAS 
 ◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙ 
 ♥ RADIO ONDA MUSICAL 
 ◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙◙ 
 
 
  Herramientas
 
General: EL GATO NEGRO
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: GAMA 6  (Mensaje original) Enviado: 18/08/2009 00:32
 

 

 

El gato negro
de Julia de Asensi

Dos gatitos, nada más, había tenido la gata de

 Doña Casimira Vallejo, y ya habían pedido

a la citada señora nada menos que

catorce. Y es que los gatitos eran

completamente negros, y sabido

es que hay muchas personas que creen

 que aquéllos traen la felicidad a las casas.

De buena gana Doña Casimira no

se hubiera desprendido de aquellos

dos hijos de su Sultana; pero su esposo

le había declarado que no quería

mas gatos en su vivienda, y

la buena señora tuvo que resignarse

 a regalarlos el día mismo que cumplieran dos meses.

Mucho tiempo estuvo pensando dónde

quedarían mejor colocados; el vecino

del piso bajo perdía muchos gatos y

no faltaba quien sospechase que se

los comía; el tendero de entrente los

 dejaba salir a la calle y se los robaban;

 la vieja del cuarto entresuelo era muy

económica y no les daba de comer;

el cura tenía un perro que asustaba a

los animalitos; y así, de uno en otro,

 resultó que los catorce pedidos se redujeron

 para Doña Casimira solamente

a dos, casualmente el número

 de gatos que tenía. Aún así, no acabaron sus cavilaciones.

Moro, el más hermoso y más grave

de los dos gatitos, convendría mejor a

 Doña Carlota, la vecina del tercero

 de la izquierda, que tenía una hija

muy juiciosa a pesar de sus cortos a

ños; pero Fígaro (así nombrado por

 el marido de Doña Casimira por haberle

hallado un día jugando con su guitarra,

cuyas cuerdas sonaban no muy

armoniosamente)... Fígaro, que, según

decían, tenía una vaga semejanza con

 el barbero del número 8 de aquella calle,

por lo que había merecido dos veces

ser llamado de aquella manera,

no estaría del todo bien en casa de don Serafín,

cuyos niños eran muy revoltosos y

trataban con dureza a los animales.

Pero al cabo, como el tiempo urgía,

Morito fue entregado a Doña Carlota y Fígaro a Don Serafín.

Ambos fueron adornados con collares

rojos y cascabeles, y Blanca, la niña de

la viuda, y Alejandro y Pepita, hijos

del cacallero, que también era vecino

de Doña Casimira, habitando en el

otro tercero, no dudaron ya que en sus

 moradas todo sería bienestar y

ventura con haber llevado a ellas a los dos gatitos.

Al pronto la casualidad vino a confirmar

aquella idea: Doña Carlota ganó un premio

a la lotería y D. Serafín, que estaba cesante,

fue colocado con doce mil reales en un Ministerio.

-¡El gato negro! -exclamaban los chicos.

-¡El gato negro!

Lo que no impedía que Alejandro y

Pepita maltratasen al pobre Fígaro,

que, cuando podía, se vengaba de ellos

clavando en sus manos los dientes o

 las uñas; pero como era tan pequeño no les hacía gran daño.

En cambio Morito pasaba los días

en la falda de su joven ama y las

noches en un colchoncito muy blando

que hizo Blanca para el gato en cuanto

se lo dieron. Demostraba él su contento

con ese ronquido acompasado que

en los gatos es indicio de felicidad

completa, y es seguro que si hubiese

sabido hablar no hubiera dejado

 de decir a Doña Casimira que no

 podía haberle proporcionado una casa mejor.

A los dos meses de estar Fígaro

con Don Serafín, todo cambió en

 la morada de éste: Alejandro estuvo

 gravemente enfermo con una erupción,

su padre se quedó cojo de una caída,

una criada le robó los cubiertos, y Pepita

no cesaba de perder, ya pendientes, ya pañuelos, ya muñecas.

-¡Vaya una suerte que nos ha traído el gato

negro! -decían mirándole con rabia.

En cambio Blanca estaba cada día

mejor de salud, le regalaban

muchos juguetes y parecía que

 la prosperidad había entrado en su casa con Morito.

Hablando un día D. Serafín con la vecina

del piso entresuelo, delante de los dos

niños, en tono de burla, de la felicidad

 que les había llevado el gato negro, la señora le dijo:

-Hay dos clases de gatos negros:

unos que dan la ventura y otros que

la quitan. Aunque hijos de la misma gata,

 es fácil que Moro sea un gato de

los buenos y Fígaro de los malos.

 Usted, amigo mío, ha tenido

 la mala suerte, mereciéndola mejor que Doña Carlota.

Alejandro se quedó muy preocupado

 al oír aquello, y Pepita más.

A los dos se les ocurrió lo mismo:

puesto que los gatos eran iguales,

¿por qué no los habían de cambiar?

Había en la casa un patio muy pequeño

al que daban las cocinas de Doña Carlota

 y D. Serafín, viniendo las ventanas

una enfrente de otra. Por allí se habían

asomado muchas veces los vecinitos

 Alejandro y su hermana para hacer

muecas a Blanca, y ésta para enseñarles

sus juguete. El niño, que era muy malo,

dijo a Pepita que se fingiera amiga de

la hija de Doña Carlota para entrar en

 la casa más fácilmente y coger al gato,

 a lo que ella se prestó gustosa

 porque ya miraba a Fígaro con horror.

Aquello fue muy fácil: Blanca,

con permiso de su madre,

convidó varias veces a Pepita a

 almorzar con ella. Las niñas

jugaban juntas y salían también a paseo.

Aprovechando una de estas salidas,

 fue Alejandro un día a casa

de Doña Carlota y dijo a la criada,

que sin desconfianza le hizo pasar,

 que iba a esperar la vuelta de su

 hermana porque tenía un recado urgente que darle.

La criada se volvió a la cocina,

y entretanto el niño pasó al comedor,

donde dormía el gato junto al brasero,

 y cogió a Moro, que no opuso la menor

resistencia porque era muy manso.

Llegó a la antesala, dejó abierta la puerta

 y, entrando en su casa, encerró

al gato en su habitación y llevó a

 Fígaro al comedor de al lado.

Pero si era fácil que confundieran a

los dos gatos, no podía evitarse que

ellos extrañasen cuanto les rodeaba;

 así es que Fígaro fue enseguida a

esconderse debajo del aparador para que nadie le viera.

Cuando Doña Carlota volvió de paseo

con las niñas, lo primero que hizo Blanca

fue llamar a Morito;

pero el gato no salió como de costumbre.

-No sé qué le pasa hoy a Moro

-dijo Alejandro-; está debajo del armario

 y gruñe cuando se le quiere sacar de su escondite.

-Habrá algún ratón -dijo Doña Carlota.

Pepita y su hermano se marcharon,

 diciendo que al

día siguiente no podrían volver

 porque esperaban a un pariente que venía de fuera.

Y aguardaron las venturas

que el nuevo gato había de llevar a la casa.

Pero la mala suerte no se

 interrumpía. Como

D. Serafín, a causa de la

pierna rota, había dejado

 de ir a la oficina, ocurrió

que por la noche le llevaron

 la cesantía. Mas los niños dijeron

que aquello se había firmado

cuando aún estaba en la casa Fígaro.

Así pasaron unos días, sin que Pepita

y Alejandro hubieran ido a ver a Blanca.

Los gatos salían ya a comer, pero no se dejaban tocar todavía.

Un sábado estaban limpiando

las cocinas en ambas casas. Fígaro,

 en la de Doña Carlota, se asomó

a la ventana y reconoció,

no sin asombro, a la criada de

 D. Serafín, que antes le daba carne cruda todas las mañanas.

-Aquella sí que es mi casa

-debió decirse-, pero

se quedó un tanto parado

al ver un gato igual a él en el cuarto de enfrente.

En cuanto al Morito, miraba

aquellas cacerolas tan relucientes,

aquellos platos blancos con flores

de colores donde le servían la leche,

y hasta veía sus dos cazuelas, que la

cocinera acababa de fregar,

lo mismo que cuando comía él.

-Allí vivía yo -pensó

 sin duda-; y por cierto que estaba mejor que aquí.

La criada de Doña Carlota empezó

a llamarle: él se refregaba contra

la ventana y hacía mil demostraciones de júbilo.

Al fin Fígaro miró al patio y pareció

medir la distancia que le separaba

de la ventana vecina. Moro lo

comprendió y, sin reflexionar,

dio un gran salto, cayendo

 aturdido a los pies de la cocinera de Blanca.

-Este sí que es mi gato -decía

la buena mujer acariciándole-

. Bien sospechaba yo que aquí

había ocurrido alguna cosa.

Esos infames chicos de al lado son los culpables.

Entretanto Fígaro habla

saltado también; pero como

 la criada de D. Serafín había

 salido de la cocina para abrir la

 puerta de la calle, porque

acababan de llamar,

no se enteró de aquel cambio de gatos.

Alejandro y Pepita siguieron

 creyendo que

Moro estaba en su casa y Fígaro en el otro tercero.

Mas las desdichas

continuaban y no sabían a qué achacarlas ya.

Con este motivo Fígaro llevaba

algunas palizas diarias,

y el gato, que era reflexivo,

 pensó que le tendría más

cuenta volverse a la casa de

al lado. Era fácil saltar

por el mismo camino;

 pero ¡ay! el pobre gato

midió mal la distancia y fue

a parar a una tabla,

donde Doña Casimira

ponía el botijo para que

 se refrescase el agua, lastimándose un poco.

Fígaro conservaba un vago

recuerdo de aquella casa, en

la que había pasado sus primeros

 meses, y allí fue recibido

con entusiasmo para reemplazar

 a Sultana que acababa de morir en los brazos de su dueña.

¿Llevó Fígaro la desgracia a su nueva

 morada? No por cierto. Doña Casimira

continuó, como antes, siendo

la mujer más afortunada

 de la tierra, como lo eran Doña Carlota y Blanca.

Don Serafín murió, dejando

sus hijos a cargo de un

pariente, que les encerró

en colegios a fin de que cambiaran

 su mala condición; y los niños,

 pensando en que ya no tenían

 el gato negro, llegaron a

convencerse de que éste

no llevaba la buena ni la

mala suerte, sino que la desgracia

estaba en ellos, que realmente no merecían otra cosa.

Así, un día que fueron a visitar

 a Doña Casimira, dieron

a Fígaro bizcochos y queso,

que el gato se comió

demostrándoles después su gratitud con un arañazo.

Su nueva dueña dedujo

 que Fígaro había

 reconocido a Alejandro

 y a Pepita: era un gato muy inteligente.

 

 

 

 

 

 

 


Primer  Anterior  2 a 2 de 2  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: KOSITAS CON PSP Enviado: 18/08/2009 14:07
ES UN PLACER LEERTE AMIGA
GRACIAS POR TUS ESTUPENDOS APORTES.
 
DIOS TE BENDIGA - . BESITOS
 
MARGA.jpg picture by togethersha
 


 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados