Después de la misión del Apolo XV, el coronel James Irwin relató algunos de los puntos sobresalientes de su experiencia. Contó de sus cuerpos sin peso flotando libres en la cápsula espacial, el semicírculo en aumento de la tierra como se ve desde la luna, y el descenso triunfal de la cápsula ante un mundo que observaba.
Irwin también habló del impacto que tuvo esa experiencia en su vida espiritual. Dijo que desde la superficie lunar percibió tanto la gloria de Dios como el apuro del hombre apegado a la tierra. Cuando regresó a la tierra se dio cuenta de que no se podía contentar con ser meramente una persona célebre. Tendría que ser un siervo y hablar a su prójimo acerca de una mejor manera de vivir. Irwin concluyó diciendo que si creemos que ir a la luna es un gran acontecimiento, ¡cuánto mayor es la maravilla de que Dios vino a la tierra en la persona de Jesucristo!
Gracias a que el hombre caminó sobre la luna, la ciencia y la tecnología han avanzado formidablemente. Pero gracias a que Dios caminó sobre la tierra, conocemos tanto nuestro origen como nuestro destino. Podemos conocer a nuestro Creador personalmente (Juan 1:14,18), y podemos vivir en su luz (v.9). Por medio de la vida sin pecado de Jesús y de su muerte sacrificatoria podemos conocer el gozo de tener nuestros pecados perdonados y experimentar la plenitud de una vida abundante... todo porque Dios caminó sobre la tierra.
Juan 1:14
Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria