Tu aroma me persigue. ¿Qué le explico al alma cuando la sangre se nos va en urgencias? Cómo le digo que no está bien ni es bueno, a esta altura, permitirse sentir. ¡Como si fuera fácil poner bridas al fuego, frenar el mar o acallar los truenos! En este punto, pues, alma querida que moviste todos los resortes, calla. Calla. No pongas en mi boca palabras de locura. La pluma, silenciosa, trasuntará la angustia. Tu y yo, alma, sabremos el secreto. Ni siquiera él compartirá la bruma, ni conocerá nunca la medida justa del dolor de querer, con toda el alma. Sin respuesta, sin luz, sin esperanza.