Los soldados romanos conquistaron el mundo conocido con el culo al aire. Que bajo el faldellín militar no llevaban nada se deduce, por ejemplo, de que todo un violento motín popular tuvo que ser sofocado sangrientamente por los romanos en Jerusalén porque un legionario romano se había levantado -con aire de burla- el faldellín ante un grupo de judíos, ofendiendo profundamente su sentido de la decencia al mostrarles con italiano descaro lo que llevaba debajo.
Los romanos también usaban, a modo de calzoncillo, un trapo blanco que anudaban entre las piernas, parecido al que usaron los antiguos egipcios durante milenios. En general, puede afirmarse que de los Alpes, los Pirineos y el Danubio para abajo todo eran faldellines, y de allí para arriba, pantalones. En la parte de la actual Bulgaria, Asia Menor y Persia se veían también pantalones, pero del Éufrates para acá, hasta Gibraltar, todo siguen siendo faldellines.
Los pantalones se impusieron en Europa con la victoria de los bárbaros sobre Roma, hasta el punto que Durrenmatt, en su obra de teatro Rómulo el Grande, hace decir a su protagonista, el último emperador romano: "En el fondo, la larga lucha entre romanos y bárbaros se reduce a esto: faldellines contra pantalones; y han ganado los pantalones".