La búsqueda de la individualidad
--Keith Phillips
Ciertas cosas han sido una constante a lo largo de la Historia. Por ejemplo, la pregunta: "¿Quién soy?" La búsqueda de la propia identidad es una experiencia universal, dispuesta por Dios. Lo que sí ha cambiado en las últimas dos generaciones es el referente al que acude la gente en busca de la respuesta. Para muchos ya no se trata de encontrar valores y un propósito sobre los que edificar su vida, sino en descubrir su perfil, la imagen que desean proyectar, con un fuerte componente de individualismo. Nunca se ha dado tanta importancia a la expresión de la propia individualidad como en el mundo actual regido por el comercio y los medios de comunicación. Una búsqueda rápida en Internet arrojó más de 153.000 sitios en los que me decían cómo expresar mi individualidad. En la mayoría pretendían venderme algo. Dentro de ese impresionante abanico de opciones figuraban los medios más conocidos —vestuario, corte de pelo, música, dieta, auto— y también los más extremos —tatuajes y piercings—. Hoy en día sirve cualquier cosa que sea susceptible de comercializarse. La publicidad presenta cosas tan diversas como los tonos de celular personalizados, las urnas de metal artesanales, la percusión con las manos y las obras de caridad como formas de expresar la individualidad. Lo que muchos consumidores pasan por alto es que en su búsqueda de la tan mentada individualidad acaban por convertirse en modelos de conformismo, avisos publicitarios ambulantes que promueven ideas, gustos, creaciones e iniciativas ajenas. Lo que en otra época era un rito propio de la adolescencia, ahora nos persigue de la cuna hasta la tumba. ¡Y no lo digo en sentido figurado! El aviso de una empresa de tarjetas reza: "El anuncio de tu nacimiento debería expresar tu individualidad de un modo bien original". Y el de una funeraria: "Un servicio fúnebre concertado de antemano será una expresión de su individualidad". Pero un momento: ¿Será que esas manifestaciones superficiales reflejan fielmente nuestra esencia? ¿O más bien el verdadero yo está determinado por nuestro ser interior, nuestro espíritu y los valores que nos mueven y que orientan nuestros actos? ¿Por qué quieres que se te conozca y se te recuerde? ¿Por la imagen que proyectas, o por la influencia positiva que ejerces en los demás? ¿Quién eres en realidad?
“Cuanto más adopta uno los cánones del mundo, mayor peligro corre de convertirse no en la persona que el Señor quería que fuera, sino en una muestra de lo que otro concibió.
Lo que te hace una persona sui géneris no es el tener creencias que nadie más tiene, sino el permitir que esas creencias que tienes en común con millones de creyentes te motiven, te inspiren, te eduquen y te impulsen a hacer cosas singulares. Tu identidad radica en lo que haces. Tú eliges: Puedes aceptar la Palabra de Dios y todo lo que el Señor te indique en tu comunicación con Él, a fin de convertirte en la bella persona y en esa expresión única del amor de Dios que Él quiere que seas; o bien tomar el camino contrario y resistirte a la instrucción del Señor, rechazar Su ayuda y dejar de convertirte en lo que podrías ser. De ti depende. Esa es tu libertad de elección, tu libertad de pensamiento.”
-- David Brandt Berg
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