Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.
Donde haya un árbol que plantar, plántalo; donde haya un error que enmendar, enmiéndalo; donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo.
Sé el que aparta la piedra del camino, el odio de los corazones y las dificultades del problema.
Hay la alegría de ser sano y la de ser justo; pero hay la hermosa, la inmensa alegría de servir.
Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho, si no hubiera en él un rosal que plantar, una empresa que emprender.
No caigas en el error de creer que sólo se hace mérito con los grandes trabajos; hay pequeños servicios: regar un jardín, ordenar unos libros, peinar a una niña.
El servir no es sólo tarea de seres inferiores. Dios, que da el fruto y la luz, sirve; pudiera llamársele así: El que sirve. Y tiene sus ojos en nuestras manos y nos pregunta cada día:
¿Serviste hoy?
¿A quién?
¿A qué árbol?
¿A tu amigo?
¿A tu madre?
Gabriela Mistral