La vida no tiene objetivos... ¡ y ahí radica su belleza!
Si la vida tuviera un objetivo, las cosas no serían tan hermosas, porque un día llegaréis al final, y entonces después todo sería simplemente aburrido. Habría repetición, repetición, repetición; seguiría el mismo estado monótono... y la vida aborrece la monotonía. Continúa creando nuevos objetivos... ¡porque no tiene ninguno! En cuanto alcanzáis un cierto estado, la vida os da otro objetivo. El horizonte no deja de aparecer delante de vosotros, jamás lo alcanzáis, siempre estáis en el camino... a punto de llegar. Y si entendéis eso, entonces toda la tensión de la mente desaparece, porque la tensión está en buscar un objetivo, en llegar a alguna parte.
La mente continuamente anhela una llegada, mientras que la vida es una continua partida y llegada... pero llegar para volver a partir. No tiene una finalidad. Nunca es perfecta, y esa es su perfección. Es un proceso dinámico, no algo muerto y estático.
La vida no se halla estancada... fluye y fluye y no hay otra orilla. En cuanto comprendéis esto, comenzáis a disfrutar del viaje en sí. Cada paso es una meta, y no hay un objetivo. Esta comprensión, una vez que se asienta en vuestro centro interno, os relaja. Entonces no hay tensión porque no hay ninguna parte a donde ir, de manera que no podéis extraviaros.
ENVIò MAXIMILIANO
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