FAUSTO
"En este mundo sólo existen dos tragedias. Una es no obtener lo que deseamos, y la otra es obtenerlo" escribió alguna vez Oscar Wilde. De momento esta frase se antoja contradictoria; bien analizada, nos avisa que por más bienes que acumulemos, y metas que logremos, en el fondo nos sentimos insatisfechos. Una vez que se consigue lo deseado: poder, fortuna, reconocimiento, etc., nos damos cuenta que no era esto lo que buscábamos. Eso sólo se realiza después de haber sacrificado mucho por obtenerlo: tiempo de familia, amigos, descanso, salud, etc.. La satisfacción que requiere el alma, parece no llegar junto con esto.
Goethe, el escritor alemán nos cuenta esta permanente búsqueda del ser humano en su poema "Fausto." Obra que inicia a los 20 años, la retoma a los 40, y la termina antes de morir a los 83. En este proceso, él mismo refleja los cambios interiores que sufrió, en la búsqueda constante de encontrarle el verdadero sentido a la vida.
Fausto, un sabio científico de mediana edad, se da cuenta que ha sido infeliz, que ha sacrificado en vano la alegría de vivir, en aras de la ciencia. En el poema dice:
"Y he estudiado, ¡ay de mí!, filosofía, jurisprudencia y hasta medicina; y también desdichadamente, teología. De la cima a la sima, con tenaz ardor. Y heme ahora aquí, pobre necio; tanto sé como sabía antes.(?)"
Un día piensa en lo terrible que seria morir sin haber encontrado nunca lo que es estar realmente vivo. Por lo tanto decide hacer un pacto con el diablo. En este pacto, le entregaría su alma en él mas allá, a cambio de vivir por lo menos -un instante- en el que el de verdad pudiera decir: "O instante como vales, ojalá duraras siempre" De no ser así, el diablo perdería la apuesta.
Mefistófeles le concede la totalidad de los placeres: lo rejuvenece, le proporciona dinero, poder, el amor de las mujeres, capacidad de viajar a cualquier parte, etc. Fausto lo vive y lo tiene todo. Sin embargo la sed que siente por dentro, no es saciada.
Por más batallas que gana, por más fortuna que acumula, por más mujeres que conquista, sigue infeliz.
Goethe, en la ultima parte de la obra, ya con 82 años, nos muestra a un Fausto, que junto con él, ha envejecido. El personaje se dedica a construir diques para recuperar tierras del mar, para que de esta manera, puedan vivir y trabajar muchas personas.
Antes de morir, encuentra el regocijo de pensar que un día se pueda contemplar esas tierras llenas de vida y libertad. Es entonces cuando por primera vez pronuncia las palabras que jamás debió decir, y exclama "O instante como vales, ojalá duraras siempre" Pierde la apuesta con el diablo, pero gana sustancialmente. Su espíritu, finalmente, encuentra la paz.
Logra esto, hasta que es capaz de traspasar las fronteras de sí mismo, y hacer algo en beneficio de los demás.
Lo triste de la historia, me parece, es que este personaje encuentra el sentido a su vida hasta la vejez. ¡Cuántos años desperdiciados! Goethe nos lo advierte, lo comparte, y a través de su poema nos invita a la reflexión. El infierno para él, era tenerlo todo y saber que todavía le faltaba algo.
¿Cuantas veces, en ese afán de alcanzar un éxito económico, de medir nuestra propia capacidad, de concentrarnos en ser reconocidos, nos sucede lo mismo? Equivocadamente invertimos tiempo, esfuerzo y dinero en nuestra persona, para superarnos, para ser mejores, para poder tener un mejor nivel, creyendo que es este el camino para obtener la felicidad. La propia búsqueda nos genera angustia, ya que nunca le encontramos fin a nuestra sed. Lo que encontramos es sólo un espejismo de la felicidad.
Al mismo tiempo, la sociedad gratifica y celebra nuestros logros. Nos ciegan las palabras de elogio que escuchamos, nuestro ego interior se hincha de orgullo, y casi nos creemos felices; sin embargo en el fondo falta algo.
Al final del día, cuando estamos solos, sabemos que hemos dejado lo importante de lado. Quizá hemos dejado a un hijo sin escuchar por acudir a la cita, quizá nos hemos vuelto más irascibles e impacientes con nuestros compañeros de trabajo, la conversación con nuestra pareja se ha reducido a lo indispensable y a los amigos, los hemos descuidado.
Sin darnos cuenta que eso que falta, ese vacío que sentimos y buscamos llenar con afán por todos lados, lo tenemos enfrente de nosotros. Es el otro. Es solo a través de alguien distinto de mi, que visto con amor, con entrega, con interés por su bienestar y superación, podemos encontrarle sentido a nuestras vidas. El alma no se contenta con el conocimiento, el poder o el dinero, necesita que esto se utilicen en el servicio a los demás. Bien dice el dicho, "La felicidad es una puerta que se abre hacia fuera"
Si de alguna manera, nos reconocemos en Fausto, ojalá nos sirva este maravilloso poema de Goethe, para que antes de llegar a la vejez, podamos decir con alegría: "O instante como vales, ojalá duraras siempre"
Autor: Gaby Vargas Envió: Hilda Garcia
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