Don Roque era ya un anciano cuando murió su esposa,
durante largos años había trabajado con ahínco para
sacar adelante a su familia. Su mayor deseo era ver
a su hijo convertido en un hombre de bien, respetado
por los demás, ya que para lograrlo dedicó su vida y
su escasa fortuna.
A los 70 años Don Roque se encontraba sin fuerzas,
sin esperanzas, solo y lleno de recuerdos. Esperaba
que su hijo, brillante profesional, le ofreciera su
apoyo y comprensión, pero veía pasar los días sin que
este apareciera y decidió por primera vez en su vida
pedirle un favor a su hijo.
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