Cuando
cierro los ojos comienzo a ver, como si recorriera una distancia
infinita a una velocidad inimaginable, como si la realidad me
permitiera abstraerme mas allá, en un viaje remontado por mis alas,
para poder comprenderla en profundidad.
Sumergida
en realidades y pensamientos, nadando para no ahogarme en ellos, pierde
impulso mi esencia y mojo las alas de mi vuelo.
De
repente, surge entre las aguas una oportunidad que no percibí antes, la
cual, como un tronco en medio del océano, me permite salir del agua por
un momento, para descubrir el paisaje, mirar hacia el cielo, respirar,
secar mi alas...
En
ese instante, impulsada por cierta magia inexplicable, remonto vuelo y
diviso el todo de mi reciente experiencia, de mi nado sin rumbo.
Entonces
veo el camino desde lo alto, con claridad, y descubro lo maravilloso
que fue sentir el agua fresca en mi corazón ardiente, ávido de
emociones, y que en el vuelo, aunque el viento me refresque, me acerco
al sol, que quema mi alma cuando se pierde del recipiente al cual
pertenece, el que permite sentir tantos sentires.
En
ese momento decido regresar a mi camino, ya no para nadar sin rumbo
sino para fusionar mi alma al cuerpo que me tocó ocupar y nadar volando
entre el agua y el cielo, ahora sin sumergirme, sino divisando el
horizonte.
Quizás
el día en que descubrí mis alas, remonté un vuelo tan elevado que, el
camino de mi vida, se tornó tan pequeño que parecía insignificante.
Sin embargo el caminar ocultando mis alas provocaba que viera tan lejano el cielo, que mi vida parecía a medias.
Y así sucedía, desde tan alto o sumergida.
En lo alto mis ojos no veían, solo soñaban; en lo profundo mis alas no volaban, se mojaban.
Creo que es tiempo de volar sobre el horizonte agitando las alas para divisar el paisaje y nadar sobre la superficie.
Cuando
abro los ojos comienzo a ver, recorriendo una distancia infinita a una
velocidad imaginable, como si los sueños me permitieran abstraerme más
aquí, en una vida con alas que me permiten caminar para vivirla con
profundidad y disfrutar la magia en momentos que, explicarlos sería
perder la razón y vivirlos, encontrar libertad.
Desplegar
las alas es el secreto de vivir... sin miedos, sin dudas allí... frente
a todo, frente a un paisaje conocido o desconocido... Abrir las alas y
volar...
Cuantas
veces en la vida cerramos nuestros ojos y la vida parece distinta en
ese mágico mundo de sueños... Nos perdemos en los pensamientos, en los
sueños, volamos y nos dejamos llevar y llevar... Protegemos nuestras
alas, no dejamos que toquen tierra firme...
Y
ahora es el momento de abrir las alas al máximo... Disfrutemos del
paisaje, no nos detengamos ante los obstáculos al contrario pasemos por
ellos sintiéndonos fuertes, comprendiendo que el horizonte es la meta y
que ese vuelo es sinónimo de libertad... Como en los sueños, como en
esos momentos mágicos en que la mente nos lleva a un mundo desconocido
y maravilloso, como en esos instantes en que sólo nos dejamos llevar
sin
ofrecer resistencia... Está en nosotros el secreto de tener esa fuerza, sólo debemos aprender a volar...
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