Como los budistas, sé que la palabra no es el hecho. Si digo manzana, no es la maravilla innombrable que enamora el verano. Si digo árbol, apenas me acerco a lo que saben las aves. El caballo siempre fue y será lo que es, sin saber que así lo nombro.
Sé que la palabra no es el hecho, pero sí se que un día mi padre bajó de la montaña y dijo unas palabras al oído de mi madre… Y la incendió de tal manera que hasta aquí he llegado yo, continuando lo que mi padre comenzó con algunas palabras.
Nacemos para encontrarnos: la vida es el arte del encuentro.
Encontrarnos para confirmar que la humanidad es una sola familia y que habitamos en un país llamado «Tierra».
Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la Tierra es tan corto, que sufrir… es una pérdida de tiempo. Somos hijos del amor, por lo tanto nacemos para la felicidad -fuera de la felicidad son todos pretextos- y debemos ser felices también por nuestros hijos, porque no hay nada mejor que recordar padres felices.
Además, el Universo siempre está dispuesto a complacernos, por eso estamos rodeados de buenas noticias. Cada mañana es una buena noticia. Cada niño que nace es una buena noticia. Cada cantor es una buena noticia, porque cada cantor es un soldado menos. Por eso hay que cuidarse del que no canta, porque algo esconde.
Eso lo aprendí de mi madre que fue la primera buena noticia que conocí. Se llamaba Sara y nunca pudo ser inteligente porque cada vez que estaba por aprender algo, llegaba la felicidad y la distraía. Nunca usó agenda porque sólo hacía lo que amaba y eso se lo recordaba el corazón. Se dedicó a vivir y no le quedaba tiempo para hacer otra cosa.
De mi madre también aprendí que nunca es tarde, que siempre se puede empezar de nuevo.
Ahora mismo, le puedes decir basta a la mujer o al hombre que ya no amas, al trabajo que odias, a las cosas que te encadenan, a la tarjeta de crédito, a los noticieros que te envenenan desde la mañana, a los que quieren dirigir tu vida, Ahora mismo le puedes decir basta al miedo que heredaste, porque la vida es aquí y ahora mismo.
Caminando comprobé que nos vamos encontrando con el otro, lenta, misteriosa, sensualmente. Porque lo que teje esta red revolucionaria es la poesía. Ella nos lleva de la mano y debajo de la luna, hasta los últimos rincones del mundo, donde nos espera el compinche, uno más, el que continúa la línea que será un círculo que acabará el planeta.
Esta es la revolución fundamental, el revolucionarse constantemente para armonizar con la vida, que es cambio permanente, por eso nos vamos encontrando fatalmente para iluminar cada rincón. Que nada te distraiga de ti mismo, debes estar atento porque todavía no gozaste la más grande alegría ni sufriste el más grande dolor. Vacía la copa cada noche para que Dios la llene de agua nueva en el nuevo día