Sobre tus pestañas prendidas de rocío brilla el dolor a la luz de la mañana que te hiere, fatal protagonista de este día en el que cielo y tierra se funden en tu cama.
Cierras los ojos ansiando la calma, quieres que ese dolor se duerma para siempre en una esquina olvidada, que permanezca escondido en los pliegues de tu falda, entre párrafos no escritos de un poema color plata O en el infinito espacio de una hoja inmaculada.
Si un día despertara dale con furia la espalda, que no escape de tu boca ni un suspiro, ni una queja, que tus ojos no derramen ni tan siquiera una lágrima, no lo invites a instalarse de nuevo en el centro tu alma.
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