Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar y, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: –Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos”. Lucas 11:1 Sin ofrecerte una fórmula como la-única-forma-exacta-y-correcta-de-orar, aquí tienes algunos consejos útiles (sin seguir un orden particular): 1. Comienza con alabanzas y adoración, enfocándote en la grandeza de Dios, Su autoridad por encima de todo el universo y, lo más importante, Sus planes para que tú fueras Su hijo adoptivo. 2. Siéntete con la libertad de llevarle a Él cada una de tus necesidades (las que están dándote vueltas en la cabeza), sin preocuparte de que sean demasiado pequeñas o de que Él esté demasiado ocupado para escuchar. No evites “noblemente” orar por ti mismo, pero déjalo que se encargue de tus necesidades a largo plazo, sin preocuparte por ellas. Si sientes que no sabes cómo orar, no estás solo. Los discípulos pidieron que se les enseñara, y la mayoría de los creyentes tiene la misma sensación de incertidumbre respecto a cómo orar en forma eficaz. Pero el hecho que necesitamos ayuda para aprender a utilizar este privilegio increíble de tener la posibilidad de obtener acceso al Dios de todas las cosas, no significa que vamos a tener que “esforzarnos” de la misma manera que tendríamos que hacer un esfuerzo extra en el estudio de la clase de álgebra. La intención de Dios nunca fue que lucháramos con la oración como algunos estudiantes luchan con las matemáticas o el lenguaje. No eres torpe ni se te atribuye un “coeficiente intelectual” espiritual bajo. No creas las mentiras del diablo, o tu propia voz poco amable, diciéndote que nunca “caerás en la cuenta” en cuanto a la oración. 3. Reconoce tus pecados en lugar de tratar de esconderlos. Estos no te descalifican para orar, pero te causarán problemas si no los confiesas. Cuéntale al Señor de tu decisión de perdonar a otros y deja sus pecados y los tuyos en el mismo lugar: atrás de ti. 4. Pide fuerza para resistir la tentación y pide liberación de esos puntos “no buenos” de tu corazón que te hacen especialmente vulnerable al pecado. Él ya sabe de ellos, y quiere ayudarte a vencer lo que ha estado venciéndote. 5. Recuerda, la oración trata con lo invisible, así que, en la mayoría de los casos, debe hacerse lejos de la vista de otros, cuando estamos solos, excepto cuando un grupo se junta para orar corporativamente por varios asuntos en común. 6. En realidad no se logra mucho con las repeticiones; Dios te escucha de igual manera la primera y la decimoquinta vez que le dices algo. Pero algunos asuntos requieren una oración progresiva, en la que continuamos preguntando y buscando en Su presencia. El repetir tu oración no hace que sea más probable que sea escuchada o contestada, sino que puede mantener tu corazón enfocado en el Señor como tu única opción. 7. No hay ninguna indicación en la Biblia de que un volumen más alto en tu voz, una gramática perfecta o las inflexiones extrañas de tu voz “ayuden” en tus oraciones. Las emociones y el entusiasmo humanos son aspectos maravillosos de cómo nos hizo Dios, pero no son lo que hacen que nuestras oraciones sean escuchadas por Él con más atención. 8. Pídele al Señor que te muestre qué orar y acerca de qué. Permítele traer cosas y per- sonas a tu mente, además de lo que normalmente oras. Esta es una buena oportu- nidad de orar de acuerdo con los versículos de la Biblia que vengan a tu corazón al pensar en esas cosas o personas. 9. Cree en el Señor: Su poder, Sus promesas, Su buena disposición y Sus respuestas. Cree que Dios ya se encargó de las cosas que hablas con Él, y con fe, espera la respuesta que podría no ser todavía visible en el terreno natural. 10. Termina cada oración con estas increíbles palabras: “En el nombre de Jesús”. Señor, Gracias por darme la oportunidad de orar y saber que tú mismo me enseñaras como hacerlo efectivamente. De ti hoy aprenderé. Amén. Dr. Daniel A. Brown.
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