Felices los amigos que son capaces de brindar el corazón, de ofrecer sus alegrías, de compartir sus frustraciones, de confesar sus broncas.
Felices los amigos que son capaces de perder su tiempo tomando mate, o de sacrificar convidando el último pedazo de pan.
Felices los que pueden comentar sus problemas con confianza. Los que pueden llorar sus penas sin tener vergüenza. Los que pueden gritar su alegría sin miedo a la envidia.
Felices porque los que así vivan la amistad, no serán tristes. Cuando tengan una dificultad podrán intentarlo todo, una y otra vez.
Felices porque las tinieblas se aclararán, lo oscuro se volverá diáfano y lo tormentoso calmo.
Felices porque ganarán mucho, en tiempo y en diálogo. Felices porque nunca tendrán angustias ni recelo. Felices porque siempre encontrarán soluciones.