Con la crin torneando la voluta de aire sobre la que nos posábamos. Ala corta para el infortunio, la desproporcionada sed de cada mañana.
Solo como una flor en el desierto de piedra dejaba estar las horas a mi lado, no buscaba, en la parquedad de esos instantes vislumbré la vida.
La vida, la vida de ojos ciegos, de lucidez radiante.
Con la mueca del gesto grave, triste, alisaba el espejo sobre la pared de mi rostro, respiraba hondo el espíritu
regresaba a mi cuerpo desde lo crudo.
Abría lo abierto y cerraba lo cerrado.
Debajo de lo que simulaba mi cuerpo latía una pequeña llama, pájaro rojo, flor de bruma.
Y allí donde abrías tu cuerpo abres tu cuerpo abrirás tu cuero al agua sedienta de la destrucción.
Ah, belleza que no pude conocer!
Desde la crin de plata torneando la voluta del aire de mis pulmones, intoxicados, muertos gozando.
Bajo pecado que se destina al comercio resuena como un pájaro metálico entre los cuerpos extendido lado a lado del infierno en la plenitud robada al número cero.
Ala corta para el infortunio, desproporcionada sed.
El sol es una idea que heredamos de la luz y a la cual jamás rendimos fidelidad bajo la suave dalia del jardín el espíritu se transforma en naturaleza.
Al lado de la piedra el algodón figura un cáliz, una forma.
La perturbación es una mano sobre mi cuerpo.
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