SABER CONFIAR EN DIOS
¿Recuerdas alguna persona en quien pusiste toda tu confianza? Imagínate a Dios como si fuera esa persona: tu abuela, tu profesor particular, tu maestro de escuela. Confía en Dios de la misma manera en que confiaste en aquellas personas, para vendar tus heridas, enjugar tus lágrimas, conducirte por nuevas sendas.
Confiar es ver el plan divino tanto en los acontecimientos que nos satisfacen como en aquellos que ponen a prueba nuestra fidelidad. La fidelidad consiste en sentir la mano de Dios en la tempestad y en la calma. Agárrate con fuerza en los altibajos de la vida.
Depender de Dios no es locura ni fantasía. No es cuestión de dejadez o indolencia. Requiere y produce coraje. ¡Sé fuerte
Dios te invita: ¡Confía en mí!. ¿Qué vas a responder? ¿Vas a darle largas diciendo: "Mañana", "deja que lo piense" o ¿por qué? ¿O murmurarás sencillamente: "Enséñame a confiar, tengo miedo, pero pongo mi mano en la tuya?
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