Una precisa amonestación de huesos es la cara y cierta apurada solicitud; el aire o el polvo del que se excusa. Un afán metido, algo de aguacero en otra parte de la ciudad, el rumor de un nudo recién desatado.
La entrega intacta de las cosas como si hubiera pasado de largo por la vida. La palabra desafiante que lentamente se oculta como un relámpago envainado.
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Hay una temporada para la apertura de las enormes adormideras, y por todas partes surge esa porción de pájaro que nos pertenece. La mano que se acerca a tocar todo lo que se le ofrece provoca su último y más lento parpadeo.