Cuando uno se casa o empieza a convivir con la pareja, el sexo
alcanza, durante los primeros meses,
esos picos de todos los días y a toda hora que casi te llegan a convencer de que haberte emparejado
ha sido lo mejor que
te ha pasado en la vida. Lamentablemente,no son pocos los que
llegan al año preguntándose qué pasó,
dónde quedó la pasión,
qué diablos le picó a él oa ella para, ahora, dormirse temprano, para quejarse todo
el tiempo de dolor de cabeza y,
encima, enfundarse en el
pijama matapasiones o Teletubi.
Se olvidan los casados que abandonar el deseo a los sábados puede
ser el primer paso a una infidelidad. Sí, siempre se dice que para la infidelidad no hay excusas,
y se dice también que el
sexo no es lo único que cuenta y que primero está el amor, pero los que conocen del rechazo
en la cama,
del 'no me toques’
y del infaltable dolor de cabeza y ahora clásico estrés, saben bien que, cuando en la cama no
hay acción, las promesas se
quiebran... y alguien aparece.
El trabajo, la casa y, luego, los hijos (o en el orden que quieran) pueden llegar a postergar
a la pareja. Se piensa en mil cosas antes
que en el sexo porque hay asuntos más importantes. Siempre los hay cuando has
perdido el interés.
Un artículo en Newsweek señala que entre el 15 y el 20% de parejas hace el amor
no más de
10 veces al año, “lo que los expertos definen
como el matrimonio sin sexo”. Afectados: en mayor medida, las parejas con varios
años de unión, las casadas
y las que todavía no animan, las heterosexuales y las homosexuales.
No es fácil mantener viva la llama de la pasión cuando hay que chambear,
pagar las cuentas y
cuidar quizás al nuevo miembro de la familia.
Como regla, los terapeutas de pareja recomiendan no descuidar nunca el tiempo
para el goce. No se te
ocurra decir que las horas del día no te alcanzan para hacerlo pues apenas
llegas a casa para dormir.
Las emociones entre los dos no tendrían por qué mandarse al tacho del olvido, y
la frecuencia sexual no
debe ser una imposición sino algo natural, como cuando eran novios o enamorados,
o cuando cada uno
dormía en su casa y se extrañaban y hablaban por teléfono sobre lo que harían
el viernes o en algunas horas más.
La clave está en la comunicación. Nunca dejemos el diálogo para después y no
permitamos que el
aburrimiento se instale en nuestro día a día, menos en la habitación, el lugar que tendría
que ser el más
bello y acogedor de la casa, y no el depósito y la ruma de ropa sucia, papeles,
cremas y maletas.
Hay matrimonios que se preocupan de poner la sala muy linda, al igual que el c
omedor y hasta el jardín.
Dejan para cuando haya dinero el cuarto matrimonial. Quizás deberían comenzar
por este espacio para
los dos. Si la alcoba de la pareja es el sitio más feo del departamento y el
que más desnuda los apuros
y las correrías del día, hoy es momento no solo de pasar la escoba. Es hora de
pensar en darle nuevos a
ires, en inyectarle el amor que tienen dentro. Saca las velas de la sala,
que tus invitados no las necesitan,
y llévalas al cuarto de los dos. Y traslada el tacho de ropa sucia al baño, s
i no hay otro lugar.
LOS NIÑOS, LA TELE, LA MASCOTA. “A mi hija le encanta dormir entre
los dos”, cuenta Marina, tres años de casada,
mamá de una niña de dos. Marina sabe que algo está muy mal:
“La bebé no se acostumbra a
dormir sola, y nuestra vida sexual se ha ido al carajo. Al comienzo, eso nos fastidiaba; ahora,
creo que ya nos acostumbramos. No hablamos de ello”.
A los niños y a la tele hay que sacarlos de la habitación de pareja. Para no
repetir la historia de Marina,
lo más importante es no acostumbrarlos a dormir con los papis. Pasados los seis
meses de nacido, lo
que se sugiere es que el bebé tenga su propio cuarto, cerca de los padres,
pero no entre los dos.
Y la tele, la bendita tele, en cualquier ambiente, menos delante de los dos. Cualquier programa (comenzando por
el fútbol hasta los clásicos 'hágalo usted misma’) distraerá la atención de al menos uno
de los dos; si no, de los dos.
Y, también, despídete de la mascota en la cama.
EL AMOR ES GORDO. Un estudio realizado a lo largo de cinco años a ocho
mil jóvenes
en Estados Unidos
evidenció que el amor engorda: los hombres en pareja aumentan unos 14 kilos con el paso del tiempo,
y las mujeres, unos 11. Esta cifra excluye a los gordos de nacimiento,
por supuesto.
La vida en pareja, según los investigadores, causa sedentarismo y,
por consiguiente, genera el exceso de peso.
Es riquísimo comer en la cama con el ser amado, pero ¿el sexo? Con la barriga llena, poco será lo que
podamos hacer. Una pose extrema nos podría llevar al vómito, así que ¡cuidado!
FELIZMENTE CASADOS… Michele Weiner-Davis en su libro Felizmente
casados, sexualmente felices, señala
que “las personas más inclinadas al sexo se sienten confundidas y estafadas ante el desinterés sexual
de sus cónyuges”. Y advierte que, si nos referimos a apenas algunas semanas de desgano, lo que
debemos hacer es respirar profundamente y relajarnos.
Si la realidad es que los meses pasan y no hay sexo, el problema es serio posiblemente, pero no tanto
como para tomar una medida desesperada.
El 50% de mujeres pierde el deseo frente a un 20% de hombres que
experimenta ese estado.
Otra circunstancia típica: la diferencia de frecuencia sexual. Para lo que ella
es demasiado, para él es poco.
“El cónyuge menos interesado en el sexo es el que fija el ritmo de las
relaciones íntimas”,
puntualiza Weiner-Davis. Y alerta que no se trata de aplacar el deseo
del otro y dormirse. Hay
que redescubrir lo que alguna vez te apasionó de esa persona que tienes al lado,
acariciarse más
y entregarse. El sexo no es una tarea. Es impulso, una pulsación...
Esther Vargas